domingo, 4 de mayo de 2014

Lo que creo


  • Creo en el Dios de Israel, Creador de los cielos y la tierra, el Único Dios verdadero (Jeremías 10:10, Juan 17:3), el Gran Yo Soy (Éxodo 3:14), quien se manifiesta como Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo (1 Juan 5:7), Dios en tres personas iguales en poder y gloria. Jehová de los Ejércitos es Su nombre (Oseas 12:5), quien no comparte Su gloria con nadie (Isaías 42:8). 
  • Creo en Jesucristo, Hijo de Dios (Mateo 16:16, Juan 6:69), por quien fueron creadas todas las cosas; enviado por el Padre, nacido de virgen, y que vino dos naturalezas a la vez (humana y divina); que vivió entre nosotros, hizo milagros, sanó, expulsó demonios, predicó y cumplió íntegramente la Ley de Dios, y nos señaló que es el Camino, la Verdad y la Vida; que vino a dar su vida por nosotros los pecadores (1 Timoteo 1:15), muriendo como Cordero y derramando su sangre en la cruz para darnos la salvación por gracia, sacrificándose una sola vez y para siempre; y que resucitó al tercer día después de su crucifixión, ascendió a los cielos y ahora reina a la diestra del Padre, e intercede por sus siervos como abogado (1 Juan 2:1). Jesucristo vendrá por Su iglesia, juzgará a vivos y muertos y reinará por la eternidad.
  • Creo en el Espíritu Santo, quien se movía sobre la faz de las aguas en la creación. Y que ahora mora dentro de cada creyente, guiándolo a la única verdad que lleva a vida eterna. El Espíritu Santo inspiró la Palabra de Dios (2 Pedro 1:21), se mueve entre los creyentes, es nuestro Consolador (Juan 14:26), intercede por nosotros con gemidos indecibles (Romanos 8:26), detiene la manifestación del anticristo hasta que sea retirado de en medio (2 Tesalonicenses 2:7-8). Guía a cada cristiano hacia la madurez espiritual, y a través de cada creyente genuino expresa su fruto (Gálatas 5:22-23)
  • Creo en una única y verdadera iglesia de Cristo, santa, limpia, pura y sin mancha, formada por todos los creyentes a través de la tierra, contra la cual no prevalecerán las puertas del Hades. Una iglesia llena del Espíritu Santo, con el cual cada creyente muestra su fruto. Una iglesia separada del mundo (porque sin santidad nadie verá a Dios), libre de ataduras terrenales, libre de idolatría, libre de apostasía, que da la gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y no se la da a la creación en ninguna forma, ya sea al hombre, o a figura alguna hecha por mano de hombre. Creo en una iglesia con cada creyente dispuesto a servir en todo momento al Señor, a predicar el Evangelio, a amar al prójimo, a perdonar, y si es necesario, dispuesto también a ser perseguido, a sufrir e incluso morir por causa de la fe en Jesucristo.
  • Creo que el pecado que se introdujo a través de Adán es lo que nos sentencia a una muerte espiritual eterna, al darnos una naturaleza pecaminosa, de continuo al mal, y así mantenernos alejados de Dios (nos destituye de Su gloria). Creo que toda la humanidad ha pecado, en toda su historia, y que el único que no pecó en toda la historia de la humanidad es Jesucristo. Creo que la única manera de librarnos del terrible destino de pasar la eternidad sin la presencia del Señor es la salvación por gracia otorgada por Jesucristo mediante Su muerte expiatoria, y mediante Su sangre que nos lava y nos limpia del pecado, redimiéndonos y haciéndonos nuevas criaturas, justificándonos por fe y transformándonos en hijos de Dios, naciendo de nuevo para servir a Cristo. Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado; Dios es amor, y también es fuego consumidor; Dios es justo y santo, y en Su santidad no tolera el pecado.
  • Creo en el arrebatamiento de la Iglesia de Cristo como el evento más esperado del creyente, y que precederá al período de la gran tribulación. A través del arrebatamiento, el creyente en Cristo ve el mayor anhelo de su vida hecho realidad: ir a reinar con Cristo por la eternidad. Este evento será sorpresivo ("como ladrón en la noche"), por lo que tenemos como advertencia velar como Iglesia ante la inminencia de este evento. Creo que los primeros en ser arrebatados serán los muertos en Cristo, y luego los creyentes vivos (1 Tesalonicenses 4:15-17).
  • Creo que nuestra lucha como creyentes no es contra carne ni sangre, sino contra potestades, principados, gobernadores de tinieblas y huestes de maldad (Efesios 6:12); por lo que no estamos llamados a levantar nuestras manos ni armas contra nuestros enemigos, ni contra los incrédulos; no estamos llamados al odio ni a hacer violencia, sino que somos llamados a amarlos y a mirarlos con ojos de compasión, porque quienes ahora pueden declararse enemigos, el día de mañana (Dios mediante) podrán declarar su condición pecaminosa y su necesidad de Dios, y podrán también ser salvos y libres del pecado (gran ejemplo el del apóstol Pablo). Porque Dios quiere que todos procedamos al arrepentimiento, y no desea la muerte del impío (2 Pedro 3:9, Ezequiel 33:11).
  • Creo que Satanás se rebeló contra Dios, y ha sido homicida y mentiroso desde el principio, es el padre de mentira y ha venido a robar, matar y destruir; que tiene potestad sobre el mundo entero, excepto sobre los creyentes, porque Cristo lo venció en la cruz.

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