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sábado, 10 de mayo de 2014

"Creo en Dios"

"Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar (Génesis 22:1-18)? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia (Génesis 15:6), y fue llamado amigo de Dios (Isaías 41:8). Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras (Josué 6:16-25), cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino (Josué 2:1-24)? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta." (Santiago 2:14-26)*

La Palabra de Dios nos señala de principio a fin el creer en Él. Porque creer en Él trae bendición a mi vida, la tuya y la de cualquiera que entiende de la Palabra de Dios... cuando esta creencia da frutos, y lleva a servir al Señor cada día. Comienzo con el pasaje bíblico introductorio, pensando en que Santiago no nos quiso decir en su carta que las obras por sí solas salvan, sino que sirven como fruto de la fe en Dios, ligándose a ella, porque Pablo señaló que nadie debiera gloriarse por sus obras (Efesios 2:8-9). Esta aparente contradicción se deshace al tomar ambos pasajes y decir: "Ni la fe vacía salva, ni las obras salvan sin la fe, sino que la fe verdadera y salvadora muestra obras que glorifican al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a ningún otro". Y esas obras son el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23), que se contrapone (Gálatas 5:16-18) a las obras de la carne (Gálatas 5:19-21), y son las que realmente muestran un cambio "de adentro hacia afuera".

Sin embargo, ¡cuántos dicen "creo en Dios"! Y es más, ¡muchos piensan que irán al cielo! Pero ¿cuántos de ellos realmente le sirven? 

Existe una gran diferencia entre creer y "creer". Muchos "creen en Dios", lo declaran con sus bocas, hablan de Dios, ¡e incluso le oran!, pero ¿muestran una disposición constante a agradarle a Dios, conocerle más, y apartarse del pecado? ¿Aman a Dios con todo su corazón, con toda su mente, y con todas sus fuerzas (Deuteronomio 6:5, Mateo 22:37, Marcos 12:30, Lucas 10:27) ? Hablan de Dios, pero ¿han dejado sus creencias antibíblicas tradicionales, sus ídolos, su maledicencia, lascivia, rencores, etc.? "Creen" en Dios, pero ¿han leído y meditado siquiera algún versículo bíblico en su vida, dejándose guiar por su Espíritu Santo? Piensan que irán al cielo, pero ¿cómo piensan que llegarán allá, a través de Cristo o bien a través de sus propios medios, estos últimos conocidos como "las buenas obras", o bien pensarán que Dios comparará las buenas obras con las malas obras#? Dicen tener el amor de Dios, pero ¿lo expresan a los demás, lo predican, o bien sólo se lo guardan, negando a los demás la posibilidad de conocer a Dios?

Para los que "creen en Dios", les tengo malas noticias: Por mucho que declaren creer, si no se han entregado verdaderamente a Él, y si sus vidas no están expresando la obra de Dios en ellas, debo decirles que no le conocen a Él realmente, y Dios no les cree. Están pensando que pueden ir al cielo diciendo "Señor, Señor" (Mateo 7:21, Lucas 6:46) sin hacer Su voluntad, sino la suya propia (ver también Isaías 4:1); tienen una fe muerta como Santiago lo declara, al hacer una confesión de fe sin Espíritu. Si creen que son escuchados, pues sí, son escuchados, pero no atendidos, pues no han expresado arrepentimiento de sus pecados. En el estado en que están, irán a condenación eterna.

Con esto, me pongo a pensar: Si los que "creen en Dios" son en realidad rechazados por Él por mostrarse como incrédulos por sus obras (o falta de ellas), entonces ¿de qué dios están hablando, si no es el Dios de Israel y de la Biblia? ¿Será que están hablando del "dios de este siglo" (2 Corintios 4:4), aquel que se disfraza de ángel de luz (2 Corintios 11:14), y obra con engaño para impedir que veamos la gloria de Dios, y nuestra condición de pecado y por consiguiente nuestra necesidad de Él? Por esto mismo hay que tener cuidado cuando alguien cualquiera diga "Dios te bendiga". Al principio uno no conoce la condición espiritual de los demás, pero cuando en algún momento alguien manifiesta rasgos de una vida alejada de la voluntad de Dios, y se atreve a decir "Dios te bendiga", esto puede llegar a resultar chocante. Y más aún si se trata de alguien quiere hacerse pasar por hermano en la fe: puede suceder lo descrito en 2 Juan 1:9-11 y 1 Corintios 5:9-13.

¿De verdad piensan que los buenos van al cielo y los malos al infierno? Bien, esto es verdad... Pero tenemos un pequeño gran problema: Ninguno hay bueno (Salmo 14:3, 53:3, Romanos 3:12) sino uno, Dios (Mateo 19:17, Marcos 10:18, Lucas 18:19: ni el mismo Jesús se halló bueno, ¿qué queda para nosotros?); no hay justo sobre la tierra (Eclesiastés 7:20, Romanos 3:10), y todos pecamos (Romanos 3:23). Por lo tanto, toda la humanidad está condenada al infierno desde el principio. La única excepción es Jesucristo. porque es Dios Hijo, quien se hizo hombre (Juan 1:14). Y Él mismo es el único camino (Juan 14:6) al cielo, ya que Él murió en la cruz por nosotros, derramando Su sangre poderosa que lava y limpia de todo pecado (1 Juan 1:7), la que nos redime y nos libra de la esclavitud del pecado (Romanos 6:1-23; por favor lean todo este pasaje), haciéndonos nacer de nuevo en el Espíritu (Juan 3:1-34; nuevamente encarezco leer el pasaje completo para entender qué es nacer de nuevo), y de esta manera pasando de muerte a vida (Juan 5:24).

Si nos arrepentimos de nuestra naturaleza de pecado, y aceptamos a Jesucristo como Señor y Salvador mediante Su sangre que nos compra a un precio muy alto (1 Corintios 7:22-23), vuelvo a decir que pasamos de muerte a vida, y de esta manera el Espíritu Santo comienza a morar en nosotros, porque pasamos a ser Su templo (1 Corintios 6:19). Por el Espíritu mostraremos Sus frutos, expresamos amor de Dios y lo declaramos a los demás, predicando este amor. Por el Espíritu somos guiados al escudriñar la Palabra de Dios día a día. Por el Espíritu somos movidos a buscar las cosas de Dios día a día. Y por el Espíritu alimentamos cada día la esperanza de nuestra redención final, cuando la Iglesia de Cristo sea levantada de la tierra para morar con Él por la eternidad. Y esto es, en efecto, más que creer en Dios, es más bien creerle a Dios.

Así que, hermano, amigo, les invito no a creer en Dios, sino a CREERLE A DIOS (así como Abraham lo hizo), para que more el Espíritu de vida en cada uno hasta que Cristo venga por su pueblo. ¿Cuántos dicen Amén?

Que el Dios de Amor siga obrando con misericordia por la humanidad, y dé ricas bendiciones a los que le creen. La gloria es para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

*Inserté las referencias dentro del texto bíblico, para que se animen a leer los pasajes referidos. Pues hay bendición en saber más de la Palabra de Dios.
# Existe una creencia acerca de la balanza que pesa las buenas obras contra las malas, y se encontraba en la religión egipcia y griega, y esta creencia está adoptada por el gnosticismo y el islam. Pero, si bien Dios tiene una balanza de justicia (Job 31:6), no es una balanza que salva o condena según la diferencia entre las obras buenas y malas, sino que más bien se trata de una balanza que juzga según el cumplimiento de la voluntad de Dios. Por lo tanto, una vez más, nuestras obras por sí solas no nos sirven para justificarnos a nosotros mismos ante Dios, si no estamos bajo Su voluntad.

martes, 6 de mayo de 2014

¿Por qué predicamos?

"Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." (Romanos 10:8-10)

Un hijo de Dios sabe el terrible destino que le espera a la humanidad que vive lejos de Cristo (Apocalipsis 19:20 (anticristo y falso profeta), 20:10 (Satanás), 20:15 (humanidad que terminó sus días lejos de Dios)), y sabe también que sólo existe un camino para llegar al Padre y alcanzar la vida eterna (Juan 14:6). Predicar es, pues, dar a conocer al mundo la buena nueva de salvación al anunciar el Evangelio, para que toda la humanidad conozca esta buena nueva (Mateo 28:19-20, Marcos 16:15-16, Lucas 24:47),  y, por consiguiente, acepte la salvación y el señorío de Jesucristo (el único camino al Padre) y de esta manera pase la eternidad junto al Señor.

¿De qué tenemos que salvarnos? Por causa del pecado (Dios es santo, y no tolera el pecado delante de Su presencia), la humanidad está lejos de Dios (Romanos 3:23), y su destino final es comparecer en el juicio ante el gran trono blanco (y ante Jesucristo como juez), en donde aquel que no se hallare inscrito en el libro de la vida del Cordero (el mismo Jesucristo) será lanzado al lago que arde con fuego y azufre (Apocalipsis 20:11-15); aquellos que no son inscritos en el libro de la vida son todos los que permanecen en sus pecados, y que de alguna manera no conocen a Cristo, o han rechazado su obra redentora, o bien le conocieron pero luego abandonaron la fe genuina en Él (Hebreos 10:26-31), ya sea dejando de creer o (lo que es peor) cayendo en apostasía (1 Timoteo 4:1-5) o burla (2 Pedro 3:3-4, Judas 18) , torciendo la Palabra de Dios (2 Pedro 3:16), y así engañando a los demás. Por esto fue que Jesucristo vino al mundo, para salvarnos de este juicio tan desfavorable para el pecador (1 Timoteo 1:15).

¿Cómo nos salva? Dios nos envió a Su Hijo, Jesucristo, para que (primero) nos mostrara cómo cumplir Su voluntad (Juan 6:38) teniendo naturaleza humana, y luego (lo más importante) diera su vida por la humanidad pecadora sin tener pecado alguno (2 Corintios 5:21), dándose al sacrificio como un cordero, y así derramar su sangre como el acto expiatorio definitivo, efectuado sólo una vez y para siempre (Hebreos 7:27, 9:12), para lavar y limpiar los pecados de toda la humanidad (1 Juan 1:7, Apocalipsis 1:5), de todos los tiempos hasta el fin. Esta remisión de pecados dada por Jesucristo es la que nos salva, y esto es lo que predicamos, porque luego de Su sacrificio, Jesucristo resucitó, venció a la muerte y a Satanás, ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre y ahora Jesucristo media ante el Padre (1 Timoteo 2:5) por todos los que han aceptado Su obra redentora y han establecido una relación con Él.

¿Por qué al mundo le molesta la predicación? Muchos piensan que están bien como están, que después de la muerte se acaba todo, o que irán al cielo por "portarse bien", entre otras cosas. Entonces, un mensaje como el que se predica les resulta chocante y poco halagüeño, porque no quieren pensar que en realidad están mal (Eclesiastés 7:20) y que pasarán la eternidad en sufrimiento, y mucho menos conciben la idea de que hay un Dios que observa todo (Proverbios 15:3), que estableció a Jesucristo como único camino para ir al cielo y a su Palabra como guía (Salmo 119:105). Por eso la reacción de muchos es: la indiferencia, el apego a sus tradiciones terrenales, palabras de desprecio, insultos e incluso agresión física contra el predicador de turno. Sin embargo, con estas actitudes lo único que hacen es echar sobre sí mismos condenación eterna por rechazar a Jesucristo.

Hay veces que piden también, en su molestia, que dejemos de predicar. Pero es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29), y por causa de la obra de Dios, no debemos dejar de hacerlo. Dios mismo nos demandará la sangre de todos los que pierdan, si dejamos de predicar (Ezequiel 3:16-21, 33:1-9). Así que, no debemos dejar de predicar. Y si alguien recibe la buena noticia de salvación por Jesucristo por medio de una predicación, sepa que de esta manera Dios usa a sus siervos para que todos procedamos al arrepentimiento de nuestros pecados, y accedamos a la vida eterna en Jesucristo; y si alguien se entrega a Él, entenderá entonces por qué se predica, y también lo hará. Pero el que termine sus días en esta tierra sin haberse entregado a Jesucristo, se acordará de cada predicación y cada mensaje que rechazó, cuando llegue el día de su comparecencia ante el gran trono blanco con Jesucristo como juez, antes de ser echado al lago de fuego por toda la eternidad, donde será el llanto y el crujir de dientes.

Así que, amigo que aún no conoce a Dios, sepa usted que la próxima vez que se le predique, ruego que piense en su eternidad, y acepte a Jesucristo como el Señor y Salvador de su alma.

Para Dios sea toda la honra, la gloria y el honor por siempre. Amén.