martes, 6 de septiembre de 2016

¿Es válido comparar la fotografía con las imágenes hechas a mano?

"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos." (Éxodo 20: 4-6)

Mandamiento expreso del Señor a su pueblo Israel, que había salido de Egipto poco tiempo antes; acá el Señor muestra que se debe adorar sin mediar imágenes, con lo cual se distingue de una de las características del paganismo que practicaban los vecinos de Israel (los cultos iconolátricos). Un mandamiento extensamente referido a lo largo de todo el AT mediante numerosos ejemplos, amonestaciones, condenas y reproches (hasta el pueblo de Israel cayó en este tipo de cultos); y que se hace extensivo al tiempo neotestamentario, debido a que en el NT se encuentran también amonestaciones y reproches hacia la infracción a este mandamiento (Romanos 1:23, Apocalipsis 9:20). Y aún hasta el día de hoy encontramos iconolatría, la cual queda englobada bajo el concepto de idolatría. Se encuentra iconolatría en numerosas religiones no cristianas, pero acaso la más conocida por este tipo de culto es el catolicismo romano, que se autodenomina "cristiano".

Tan antigua como la religiosidad, es la tendencia del hombre a formar imágenes, tanto de lo conocido como de lo desconocido. Precisamente Dios previene al hombre de la mezcla de ambas tendencias que resulta en la formación de imágenes de culto, para hacer la diferencia entre sus adoradores, y los paganos que formaban (y hasta el día de hoy forman) imágenes para rendir culto a sus "dioses"; esto porque la apariencia, la gloria y la majestad del Creador del Universo es demasiado grande, tanto que es imposible de representar en algo tangible, y mucho menos mediante una imagen hecha por manos de hombre. Y si bien Dios mandó en algunas ocasiones hacer algunas imágenes con fines específicos (una serpiente de bronce y querubines bordados a Moisés, querubines y otras figuras al rey Salomón), no tenían como fin el ser objeto de culto, y precisamente la Biblia se expresa siempre de forma negativa hacia las imágenes en torno a las cuales existe alguna clase de culto... incluyendo a la misma serpiente de Moisés, que años más tarde los israelitas comenzaron a adorar hasta que fue destruida por el rey Ezequías. Aparentemente no habría problema con la formación de imágenes para fines no religiosos o no supersticiosos.

Cuando Dios formuló este mandamiento, la formación de imágenes habitual era mediante técnicas como la escultura (lo más usado en el caso de imágenes religiosas) y la pintura, o el dibujo, técnicas que hasta el día de hoy son habituales en el mundo entero. Mientras que la fotografía apareció en escena mucho después; aunque existen antecedentes del uso de cámaras oscuras en los tiempos de Aristóteles, la fotografía propiamente tal no apareció hasta el siglo XIX.

Bueno, ¿a qué viene hablar de fotografía? Esto porque hay quienes piensan, e incluso enseñan, que una imagen fotográfica es equivalente a una imagen escultórica o pictórica. Entonces hay quienes, bajo este argumento, prohíben todo tipo de imágenes de cualquier origen y de cualquier propósito. Mientras que otros se basan en este mismo argumento para defender sus acciones iconolátricas, ya sea porque dicen que sus actos son sólo reverenciales, o bien para acusar de vuelta a quienes les acusan de idólatras (no es difícil saber de quiénes se trata). Pues en este punto emitiré mi opinión.

Estoy de acuerdo que en sí, una fotografía es una imagen, tanto como un cuadro de pintura o una escultura, estoy de acuerdo también en que quien crea una de estas obras quiere registrar o mostrar algo. Sin embargo, las semejanzas llegan hasta ahí. Un análisis más profundo me lleva a concluir que la fotografía no llega a ser equivalente a una obra hecha enteramente a mano; no es habitual hacer un análisis como este, pero lo debo hacer para discernir y reforzar mi punto de vista frente a los que consideran tales imágenes como equivalentes.

  • Primero, desde cuándo existe cada forma de imágenes. Ya lo comenté, mientras la escultura y la pintura son bastante antiguas, la fotografía lleva alrededor de dos siglos de existencia. Bueno, me dirán que mientras no existía la fotografía, se podían registrar eventos pintando, dibujando o escribiendo; me dirán de que este punto no anula ninguna equivalencia, según los que la afirman.
  • Segundo: cómo se obtiene cada imagen. Mientras que para la pintura se requieren materiales pigmentados, un medio para aplicarlos y un soporte sobre el cual aplicarlos, para la escultura se requiere un material moldeable o tallable, e instrumental que pudiera requerir para efectuar este tipo de obra. En ambos casos, se requiere la intervención directa del hombre para formar una imagen de principio a fin. En cambio, para una fotografía es requerida una cámara, que en lo extremadamente básico está formada por un orificio o lente, un diafragma y un material fotosensible (o un sensor de luz); si bien, de la mano de la tecnología, las cámaras han tenido una importante evolución en dos siglos de existencia, el principio sigue siendo la captura instantánea de una imagen a través de un orificio (o lente) sobre un medio fotosensible. Por lo que la mano del hombre no interviene directamente en la formación de la imagen, sino que más bien lo que tiene a la mano es optimizar las condiciones técnicas para capturar una imagen, decidir cuándo capturarla, y luego de ello, si desea, puede intervenir en el post procesamiento.
  • Tercero, qué imagen es la que se obtiene. Con la pintura se pueden crear retratos, recrear paisajes, formar figuras humanas y otro tipo de figuras de lo más variadas; con la escultura, por su parte, lo principal es formar figuras de lo más variado en tres dimensiones, como figuras antropomórficas (estatuas, estatuillas, bustos, etc.), zoomórficas o de cualquier otro tipo; si el escultor lo desea, también puede pintar sus obras. Como en estos casos es el hombre quien forma las imágenes, éste puede formar tanto recreaciones de la realidad, como productos de su imaginación. Mientras que la fotografía capta la realidad en un instante muy corto de tiempo, sin importar si es un retrato, un paisaje o un momento destacado; por la naturaleza de la imagen obtenida, da poco lugar a la imaginación en su formación, Ésta tendría más lugar en el post proceso.
  • Cuarto, cuál es el propósito del autor al formar una imagen, y qué pretende inspirar en los que la observen. El hombre puede plasmar con total libertad una idea, y la intención de su corazón, en una imagen hecha a mano. Por lo que este tipo de imágenes está sujeto a la plena subjetividad de su formador. Si lo desea, puede hacer imágenes con un fin decorativo u ornamental, un fin ilustrativo, informativo, sentimental, representativo, conmemorativo, artístico, etc. El problema radica cuando el formador de estas imágenes pretende inspirar fines religiosos o supersticiosos: asigna un atributo sobrenatural/divino/protector/presencial, pretendiendo hacer creer a los demás que por tener una estatua (o inclinarse ante ella), o portar algún tipo de imagen pequeña en un collar, una pulsera o en el bolsillo, tendrán bendición o protección de una "deidad", espantarán males, atraerán suerte, o por último les hará sentir la presencia, intercesión y/o protección de alguien (familiar o no) fallecido. Por su parte, en la fotografía, la imagen formada es lo que el lente y el sensor captan; como en este caso no es la mano del hombre la que interviene en su formación, hay tan poco lugar para la imaginación, como para la subjetividad. La valoración artística en la fotografía suele ser distinta a la de las obras a mano. Y un fotógrafo procede tomando en cuenta la realidad tangible como referencia; usará su cámara con distintos fines, varios de ellos similares a los que persigue un pintor o un escultor, pero dudo que esté entre sus planes el hacer que otros se inclinen, hagan un culto o un amuleto de una de sus imágenes con sólo verlas, salvo que mediante el post proceso desee manipular fuertemente una de sus imágenes con este fin, lo cual no es lo habitual, pese a las posibilidades que entrega hoy en día la fotografía digital. A todo esto, en este paso también se puede involucrar el afán de lucro del creador de alguna de estas obras.
  • Quinto, qué es lo que inspira una imagen en un observador. No necesariamente coincide lo que pretende transmitir el autor de una obra, con las sensaciones que experimenta un observador de la misma. Puede valorar libremente la calidad de una obra, los detalles, la expresión, o bien puede evocar asuntos o recuerdos más personales, como su infancia, una relación de pareja, un viaje, etc. Pero tal y como un autor, un observador también puede asignar a una imagen atributos sobrenaturales, divinos o presenciales, y de esta manera ser movido a inclinarse ante alguna de éstas, dedicar un altar, o usar alguna como amuleto. Y lo pueden hacer aunque no sea la intención del autor; incluso un inocente retrato fotográfico puede ser usado por un observador con estos fines.
  • Sexto, la inmersión en alguna cultura, y las enseñanzas que hayan aprendido autor y observador, en torno al rol de las imágenes. En un contexto iconolátrico, es habitual la sacralización de imágenes, tanto que no sólo se limita a las creadas con fines religiosos, sino que se extiende mediante asignación personal o colectiva de atributos a imágenes (usualmente esculturas o retratos) en cuya formación no ha habido intención de culto. En un contexto iconoclástico (ej. alguna corriente islámica extremista), por su parte, tenderán a rechazar todo tipo de imagen, sin importar origen, formación o propósito, por lo que tienden a no formar ninguna clase de imagen, e incluso llegan a destruirlas, si se encuentran alguna. Un cristiano es más equilibrado, y trata con las imágenes según lo que son: procura no inclinarse ante ninguna de ellas, tampoco les asigna ninguna atribución supranatural porque entiende que no tienen ningún valor representativo de ello; rechaza toda forma de culto o sacralización en torno a ellas, así como también rechaza las imágenes creadas con este fin; valorará las imágenes no religiosas en su debido contexto, ya sea como obras de arte, recuerdos, medios de información, medios de prueba, signos de admiración, etc.; es poco dado a destruir imágenes, pero desalienta el culto en torno a ellas, en contadas ocasiones pudiera destruir alguna que puede llegar a ser objeto de perdición, con el fin de demostrar que no tienen ningún poder intrínseco ni representativo.
Expuestos estos puntos, voy sacando conclusiones...
  • A Dios le desagradan las imágenes en torno a las cuales exista culto, incluyendo aquellas que pretenden representar en honor a Él mismo o a alguno de sus siervos. Nada hecho por el hombre alcanza siquiera a asemejar la majestad y la gloria de Dios.
  • Las imágenes que más se forman con fines de culto son las estatuas, estatuillas (escultura) y cuadros con figuras humanas sacralizadas por sus autores (pintura); o sea, imágenes hechas enteramente a mano cuyos autores pretenden representar a alguien con rasgos sagrados. Rara vez una fotografía se captura con estos fines, por no decir nunca.
  • Como seres humanos que son (y por tanto, sujetos a pecado), tanto autor como observador pueden manifestar intención de culto en torno a una imagen. Sin embargo, no siempre coincide la intención de ambos en torno a una misma imagen.
  • Una imagen hecha sin intención de culto puede ser sacralizada por algún observador que le asignará atributos sagrados según lo que dicten sus pensamientos o su corazón, o su experiencia de vida. Asimismo, no todos rendirán culto a una imagen hecha con este fin.
  • No es lo mismo observar directamente una estatua dentro o fuera de algún templo, que fotografiar la misma estatua; esta última evocará menos intención de culto que la primera. Además, en el último caso, si llega a haber una atribución sobrenatural (dentro de varias otras reacciones), se está fotografiando un objeto previamente hecho por el hombre (la estatua), por lo que la intención de culto sigue estando en torno a la estatua, y no en la fotografía en sí.
  • Si una foto fuera equivalente a una estatua: supongamos que tomamos una cámara, viajamos al pasado, más específicamente a los tiempos bíblicos, y comenzáramos a fotografiar a Jesús, a alguno de sus apóstoles, o a María, o a algún otro siervo de Dios de aquellos tiempos. Aparte que nos encontraríamos con apariencias físicas muy distintas a las que por siglos nos ha expuesto la iconografía católica romana, dudo mucho que hubiera sido posible capturar auras, aureolas, halos de luz, etc. en torno a ellos, y mucho menos se hubiera podido fotografiar a Jesús con su corazón fuera de su cuerpo; quizá hubiera sido posible capturar alguna aparición visible a más de un ojo humano. Sin ninguna duda Dios está con sus siervos, y más si se trata de su propio Hijo, así también se podía sentir la presencia de Dios en los apóstoles y los primeros cristianos. Pero una cosa es sentirla, y otra cosa muy distinta es intentar representarla visualmente; descartando a los que presentan falla sensorial visual, si todo ojo humano no la ve, una cámara no la puede capturar, por lo que sólo se hace el intento de representarla mediante pinturas o esculturas. Y si alguien cree que un aura se puede fotografiar recurriendo a un tipo de cámara especial llamada "cámara Kirlian", que mejor no se haga ilusiones, pues lo que captura una cámara Kirlian es ni más ni menos que lo que se llama "efecto corona", un efecto físico que señala la interacción iónica entre un objeto y el aire que lo rodea, con lo cual este tipo de cámara no se concibió para pretender registrar visualmente la existencia de un halo místico en torno a una persona. Además este tipo de cámaras requieren de una alta tensión eléctrica para funcionar, por lo que hubiera sido imposible que funcionaran en un hipotético viaje a los tiempos de Jesús.
  • Tampoco es posible tomar una fotografía de seres de naturaleza espiritual, sea que habiten en el cielo, o en el infierno, o incluso en la misma tierra. De nuevo, estando en el Espíritu es posible notar la presencia de estos seres, y darse cuenta de que la tierra es un enorme campo de batalla en el que se libra día a día un feroz combate por las almas, entre las huestes celestiales y las huestes malignas. Pero al ser parte de una realidad no tangible, ningún aparato es capaz de capturar su apariencia, sólo queda apelar a que alguien plasme lo espiritualmente visto en una obra hecha a mano, lo cual no va a hacer porque entra en conflicto con el segundo mandamiento del Decálogo. Aunque en la Biblia (específicamente, en Ezequiel caps. 1 y 10) exista una descripción de los querubines, y haya habido una orden de Dios a Salomón para tallar algunos de ellos.
  • Tampoco es posible ingresar a la mente de algún creyente para capturar fotográficamente una visión, un sueño o una aparición que esté percibiendo; este tipo de manifestaciones sólo es posible de representar con una obra a mano, ya sea que el mismo creyente la haga, o que describa lo que vio a un tercero para que este último la haga. Pero nuevamente entraría en conflicto con el segundo mandamiento del Decálogo. Y además, tanto Dios como el diablo pueden conceder visiones; la diferencia esta en que Dios, como permanece fiel a Su propia Palabra, habría de conceder una visión firmemente apoyada por ella, y por nada mandaría a formar una imagen destinada expresamente a culto (la serpiente y los querubines que mandó a hacer no tenían este fin); no es difícil concluir que una visión que se salga del marco de la Palabra de Dios no proviene de Él, sino más bien del enemigo, sobre todo si en este tipo de visiones hay una ordenanza a formar una imagen representativa, y rendirle culto. Buena parte de las imágenes católicas representan apariciones de este tipo, por lo que mal se puede decir que una fotografía sería equivalente a una estatua representativa de una aparición.
  • Si bien existen fotografías que pueden tener elementos "fantasmales", por lo general se explican por errores de la cámara misma (lente sucio, material fotosensible de mala calidad, mal enfoque, etc.), o "fallos" del fotógrafo (que pueden ser fortuitos o intencionados como la exposición múltiple, e incluso derechamente fraudulentos; véase el caso de William Mumler). También un observador puede percibir elementos reconocibles en una fotografía, que no existían al momento de obtenerla; es una de las manifestaciones del fenómeno llamado "pareidolia". Con todo, es muy poco probable que una fotografía afecta a estos fenómenos haya sido tomada para fines de culto o sacralización; más bien genera otro tipo de reacciones. Y si hay sacralización, ésta viene del observador, y no del fotógrafo.
  • Los feligreses de las religiones basadas en culto a imágenes sagradas, son más tendientes a "reconocer", mediante pareidolia, la forma de estas mismas imágenes en variados objetos; inclusive llegan a sacralizar estas apariciones al mismo nivel que las estatuas y pinturas, rindiéndoles culto. En esta página de un blog se pueden ver varias "apariciones" de Jesús (por ej. en una sartén y en una tostada) y de María (por ej. en los vidrios de un edificio de Clearwater, Florida, EE.UU.). Otro ejemplo más de iconolatria que nace desde observadores que fueron enseñados a asumir como normal el culto a imágenes sagradas, sin que siquiera haya habido intención de formar las imágenes mostradas. (Aviso: el blog del último enlace es de postura escéptica, por lo que puede contener burlas hacia el cristianismo)
Con esta muy extensa (y a ratos redundante) explicación, por lo menos para mí no es admisible establecer una equivalencia a nivel intrínseco entre una fotografía y las obras a mano cuando se trata de culto en torno a imágenes. La iconolatría, así como cualquier otra forma de idolatría, está en el corazón del hombre, y se manifiesta sobre todo en donde esta forma de culto se enseña como "sagrada" y "agradable" (aunque toda la Biblia se muestre contraria a este culto); además los que adhieren a ella tienden a asignar atributos sobrenaturales, y por tanto, a sacralizar, cualquier tipo de imagen, sea real o aparente, aunque no tenga rasgos religiosos intrínsecos. Y como el dicho "piensa el ladrón que todos son de su condición", los iconólatras piensan que otros incurren en el mismo acto si es que están portando una imagen cualquiera; bajo este razonamiento acusan de vuelta a los que les señalan su mal proceder ante Dios.

Y para finalizar: la extrapolación de los ejemplos como la serpiente de Moisés y los querubines de Salomón con el fin de defender lo indefendible, no es más que la muestra de un torcimiento escritural que ha tenido graves consecuencias a nivel mundial. Y detrás de todo torcimiento escritural, sin duda que está Satanás, que nuevamente se viste de ángel de luz para complacer las peticiones de quienes se inclinan ante imágenes, haciendo milagros inclusive. Cuando Dios mandó a hacer la serpiente de bronce a Moisés, ¿mandó a hacerle un culto, procesiones, sacrificios, peticiones, etc. para conseguir algo? No, ¿verdad? A un israelita mordido por una serpiente le bastaba con mirar a la serpiente de bronce para seguir viviendo.  Y cuando Dios mandó a hacer los querubines a Salomón, ¿mandó a hacerles un culto, procesiones, sacrificios, peticiones, etc.? No, ¿verdad? Era para ubicarlos en el lugar santísimo del templo, al cual sólo el sumo sacerdote podía acceder, y él no entraba precisamente para inclinarse ni hacer peticiones a los querubines, sino para hacer sacrificios expiatorios en representación de todo el pueblo de Israel ante la presencia y la gloria de Dios, según el Antiguo Pacto. Entonces ¿con qué autoridad los católicos forman imágenes religiosas y les rinden culto, haciendo como que es de Dios, cuando Él mismo lo rechaza? ¿Pretenden hacer que un siervo fallecido regrese de la muerte y los acompañe, o interceda ante Dios por los que le hacen peticiones cuando en realidad ni se entera de lo que pasa en la tierra? Además no se puede hacer de dos "excepciones" veterotestamentarias, una regla para la adoración neotestamentaria. Y por mucho que nos quieran acusar de vuelta en los debates, nos podemos quedar tranquilos en ese sentido: nosotros los cristianos NO nos inclinamos ante las imágenes, NO les asignamos atributos protectores ni milagrosos, NO formamos altares en torno a ellas, NI mucho menos les rendimos culto en ninguna forma. Mientras que los católicos SÍ hacen todo eso... aunque insistan mil veces que no lo hacen, o que es sólo un saludo, o una muestra de respeto, un recuerdo o veneración (que en este sentido es sinónimo de adoración). Le llamen como quieran llamarle, ellos hacen todo eso que es abominable a los ojos de Dios, y no tienen cómo culparnos a nosotros de hacer lo mismo que ellos hacen.

Bendiciones.